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martes, 27 de septiembre de 2016

La reseña de Luis Ramoneda en Club del Lector

Los amores del Quijote

La literatura no solo divierte. Es también como un espejo donde podemos reconocernos, sobre todo cuando el artífice de la ficción es, como Cervantes, un escritor de gran lucidez y experiencia. El Quijote no es solo una novela sobre las andanzas de un chiflado manchego que se cree caballero andante, pues abunda en historias que protagoniza el amor. Amores platónicos como el de don Quijote por Dulcinea o apasionados como el de don Luis por doña Clara; entre iguales como Cardenio y Luscinda o entre personas de niveles sociales diferentes como Basilio y Quiteria; amor de amistad, amor a los libros, los animales o a la naturaleza… En esta cartografía amorosa emerge la inteligencia, la razón, la voluntad, las pasiones, las emociones. El amor a la virtual Dulcinea, se roza con la amistad de Sancho o el oficio ventero de las rameras. La pasión erótica a la que sucumbe Grisóstomo se codea con la libertad de Marcela al negarse a tal pulsión. La filosofía platónica ha impreso en Cervantes su fascinación por la belleza, concebida como armonía, concertación de partes. El aristotelismo le ha ofrecido una visión realista, en la que la materia, el cuerpo, no son cárcel, sino que forman parte de la naturaleza del mundo y del hombre. En una época amante del fragmento y recelosa de la razón, el Quijote es un soplo de aire fresco, pues elogia la cordura sin ser racionalista; defiende la voluntad sin caer en el voluntarismo y exalta las emociones sin desligarlas del espíritu en que anidan. Los amores del Quijote es un apasionante viaje, una incitación a leer de un modo nuevo la novela cervantina.
Interesante ensayo de Antonio Barnés, experto cervantista, sobre el tema del amor en el Quijote.

En el escaparate cervantino de la librería Pérgamo de Madrid (Calle del Gral Oraá, 24)


jueves, 15 de septiembre de 2016

El Quijote nos enseña a amar, y más aún en nuestra época, explica el filólogo Antonio Barnés


El Quijote nos enseña a amar, y más aún en nuestra época, explica el filólogo Antonio Barnés
El filólogo Antonio Barnés estudia la visión equilibrada, humanista y cristiana del amor en El Quijote
A 400 años del nacimiento de Cervantes y en plena efervescencia de las redes sociales y de amor líquido (según Bauman), aparece un nuevo libro: Los amores del Quijote (ediciones Teconté), de Antonio Barnés, filólogo que se doctoró con una tesis sobre la obra maestra cervantina.

- ¿Cómo nace este libro? ¿Por qué habla del amor?
- Tras 16 años de estudios sobre Cervantes, quería hacer una particular aportación al IV Centenario de su nacimiento. Este es un libro de cierta madurez, donde la recopilación de datos no impide la interpretación. El amor es el gran tema humano, y Cervantes era experto en humanidad. Me hacía ilusión desgranar algunas de las visiones que sobre el amor aparecen en el Quijote, una novela llena de historias amorosas.

- Habrá quien diga que hoy el Quijote ha quedado desfasado... 
- Muchas veces cambia todo para que todo quede igual, como se lee en El gatopardo. Por ejemplo, las relaciones virtuales que crean las redes sociales han existido siempre de un modo u otro. Dulcinea, por ejemplo, es la gran creación virtual de don Quijote. Dulcinea es un amor que don Quijote se inventa, mientras que Sancho es el escudero que se convierte en amigo: alguien que, más que buscado, ha sido encontrado. La distinción entre búsqueda y encuentro, en cualquier faceta de la vida, pero especialmente en el amor, es interesante.



- ¿Qué historias de amor hay en el Quijote?
- Hay muchas, y no todas con final feliz: Marcela y Grisóstomo, don Luis y doña Clara, Cardenio y Luscinda, Fernando y Dorotea, Anselmo, Camila y Lotario, Basilio y Quiteria, el cautivo y Zoraida… Pero, como se ha puesto de manifiesto en el contraste entre Dulcinea y Sancho, no solo existe el amor de componente erótico: está el amor a Dios, el amor entre padres, hijos y hermanos, la amistad, el amor a los animales, a la naturaleza, a los libros… Amor no es un término unívoco, sino polisémico. Los que han leído Los cuatro amores de C. S. Lewis lo saben bien…

- ¿Cómo es la relación entre hombres y mujeres, según el Quijote?
- Don Quijote defiende de manera contundente la libertad de Marcela para casarse con quien quiera o para no casarse. Que sea muy hermosa y tenga enamorado a medio pueblo no la obliga a corresponder a esos amores. En las historias entre Fernando y Dorotea, y Cardenio y Luscinda, Fernando es una especie de don Juan, y Cardenio es poco sensato, frente a Dorotea y Luscinda que se muestran juiciosas. En El curioso impertinente, novela breve dentro del Quijote, Anselmo somete a su esposa a una presión injustificada…, y le sale el tiro por la culata. Las mujeres, en general, son bien tratadas por Cervantes.



Esculturas de Don Quijote y Dulcinea en El Toboso

- Don Quijote y don Juan, como figuras literarias, son casi de la misma época... 
- Sí, son dos grandes creaciones de la literatura española de manos de la pluma de Cervantes y Tirso de Molina respectivamente. Además, son la cara y la cruz. Para don Quijote, nobleza implica responsabilidad; para don Juan, oportunidad. Don Quijote rinde pleitesía a las mujeres por el hecho de serlo; don Juan las ve como cuerpos gozables de usar y tirar. Por eso, el mayor agravio que recibe don Quijote en la novela es el de ser una especie de don Juan, dentro de una farsa que sufre en un palacio ducal.

- ¿Qué diría el Quijote del amor en nuestros días?
- Lo emocional y el atractivo físico están sublimados en nuestra cultura, que ha creado el mito del sex-symbol, extraño a épocas anteriores. Lo que pone de manifiesto el Quijote es que el reduccionismo empobrece. La mujer y el hombre cervantinos son personas completas: alma y cuerpo, inteligencia, voluntad y pasiones, belleza corporal y espiritual… y el rey del obrar humano, también en el amor, es la cordura (palabra que hace referencia a la sensatez que viene de cor: corazón, aunando por tanto lo pensante con lo amante). Se trata de que la cabeza lleve el mando pero sin tiranizar la voluntad ni las emociones. En definitiva, la concepción quijotesca del amor es equilibrada, armónica, y no está encadenada al momento: la vida se mira en perspectiva. Y no hay una concepción pesimista del hombre: el marco es optimista, el del humanismo cristiano. Por eso el Quijote es también un arte de amar.

(Más información en el blog http://losamoresdelquijote.blogspot.com.es)

martes, 6 de septiembre de 2016

De Alonso a don Quijote

El Quijote, en una primera aproximación, es una sátira de los libros de caballerías. El Quijote es un libro sobre la lectura, los libros y la literatura, de modo parecido a esas películas que versan acerca del cine o aquellas pinturas ─Las Meninas, por ejemplo─ que representan el arte de pintar. Así, la cinta La rosa púrpura de El Cairo trata sobre los efectos del cine en los espectadores y el soneto de Lope de Vega: Un soneto me manda hacer Violante se recrea en el propio acto de componer sonetos. La invención de la imprenta en el siglo XV permitió progresivamente la multiplicación de los libros y el surgimiento de un público lector, sin lo cual no podría haberse escrito el Quijote: la historia de un hidalgo rural que ha reunido una voluminosa biblioteca, se ha enfrascado en la lectura y se ha fascinado con los libros. Algo semejante sucede en la actualidad con internet: una revolución transformadora de nuestros hábitos cognitivos y vitales que seduce.